
Carlomagno puso sitio en a la Cité gobernada por la princesa musulmana Dame Carcas, no pudieron entrar pero esperaron pacientemente fuera, hasta que, los que estaban dentro, se quedaran sin alimentos, y así fue.
Desesperada y convencida de la eficacia de la guerra psicológica , Dame Carcas cebo al ultimo cochinillo que le quedaba en toda la fortaleza con la ultima ración de trigo y se lo envió, alimentado y gordito al otro lado de la muralla. El emperador renuncio a proseguir el asedio a una ciudad donde el alimento era tan abundante que se servían de él para mofarse del enemigo. Mientras Carlomagno se alejaba a la cabeza de sus tropas, Dame Carcas hizo sonar la trompeta (de aquí "Carcas sonne") y propuso la paz al emperador que volvió sobre sus pasos.
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