
Desandando cielos
vamos paso a paso dejando
la tierra de los sueños
para que las caricias,
como pequeños viajeros,
encuentren nuestras pieles,
tropiecen asombradas
con nuestros deseos.
Lentamente,
desandando mares,
nuestras huellas se tienden
en el tibio aire de la noche
y marchan uno al otro,
como la inevitable,
la inexorable,
la fatal caída,
y el acercamiento
de los cuerpos.
Mi amor refulge a veces
en alguna luminaria,
mientras en la noche
hay fiesta de luciérnagas.
En la ausencia y el dolor
late el placer y el desenfreno,
en el hambre
se oculta el hartazgo,
la lluvia de comida.
En tu ausencia
están presentes, como nunca,
tus ojos,
y la sutil tibieza de tus pasos.
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